Cuando le vio desnudo por primera vez descubrió que tenía unos huevos enormes. Se bloqueó, y cerró los ojos. Cuando los volvió a abrir, los huevos seguían allí, impasibles.
Al final, resultó que todos los demás llevaban razón. No tenía superpoderes. El suelo se estaba acercando a demasiada velocidad. Aquello no podía considerarse volar.
Le formuló al robot una pregunta paradójica, imposible de responder, con el objetivo de cortocircuitar su cerebro positrónico. El robot le rompió la boca.